Soñé que estaba en un gran lago, rodeada de montañas, que se reflejaban en sus aguas, como si de un paisaje subacuático se tratara, como si esas mismas cumbres que se alzaban ante mí tuvieran unas hermanas gemelas, bajo las frías aguas. Los rayos del tímido sol se colaban, iluminando a unas y a otras y a sus moradores.
Quería cruzar a la otra orilla y continuar mi viaje hacia esos picos, contemplar los confines del mundo, llenar mis sentidos de aquel paisaje; monté en la barca que me llevaría hasta allí, y que parecía deslizarse sola por la superficie del lago, con el único sonido del rumor del agua acariciando la madera de la barca y los remos, y el susurro de la brisa, contándome secretos al oído.
Recordé las imágenes que en mi cabeza se formaron al leer Las Nieblas de Avalon, y como una nueva Morgana yo me acercaba a la otra orilla del lago, dejando atrás las preocupaciones, como alejándome del mundo real, y entrando en la magia de Avalon, contagiándome de la magia de las sacerdotisas.
De pronto las montañas me recordaron que eran reales, que llevaban allí mucho tiempo, contemplándonos, con sus rostros pétreos, como guardianes del tiempo y vigilantes de nuestras acciones. Estaban allí desde mucho antes que nosotros, que nuestros antepasados, eran reales, y no una visión mágica.
Bajé de la barca y caminé sobre un manto verde de hierba, hacia la falda de la montaña más cercana y decidí disfrutar de la ascensión. Lo importante, lo más bonito no era llegar a la cumbre, sino intentarlo.
Selene
No hay comentarios:
Publicar un comentario