Se buscaban el uno a otro, para abrazarse por fin. Se contemplaban desde lejos cada día y él la sonreía, esperando que ella le correspondiera y tal vez quisiera sonreír también. Ella soñaba con alargar sus brazos invisibles y acariciarle, por fin.
El viento azotaba en los rostros de los dos montañeros, mientras se iban aproximando al pueblo; a lo lejos vieron unas luces y decidieron entrar en lo que parecía una posada...