lunes, 26 de mayo de 2008

En una laguna

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Bajo el lecho de las aguas se asoma, tímido, el reflejo del cielo,que se ha detenido un segundo en mirarse en el espejo de la laguna. Cada nube que cruza volando, saluda con sus manos de vapor y deja que su melena de gotas minúsculas escape al viento. Las piedras, que son el cuerpo y el alma de las montañas, se ríen a cada movimiento de los pequeños animales que recorren cada nervio suyo, cada músculo inmóvil de seres eternos, con sus garras diminutas, mientras la brisa, con un vestido invisible de tirantes y el pelo de soplos de aire, se acerca juguetona a las aguas y a la hierba, y después de dar una vuelta, le da un beso a un árbol que quiere desperezarse, estirando los brazos nervudos de sus ramas hacia el rostro sonriente del sol.



Selene



domingo, 18 de mayo de 2008

La llegada

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Cuando el coche se detuvo, mi cabeza pareció volver a su ser, después del mareo provocado por las curvas y los baches de la carretera. El conductor que nos había llevado hasta el pueblo se entretuvo a hablar con mi familia y yo miré impaciente por la ventanilla; deseaba salir cuanto antes de allí y no seguir oliendo el olor de la tapicería. Quería sentir el aire fresco en mi rostro y respirar hondo, estirar las piernas, estar yo sola por unos momentos.


Mi familia empezó a moverse y entendí que era mi oportunidad de salir de allí, mientras mi abuela iniciaba otra conversación con el conductor que sospeché interminable, como las anteriores. Abrí la puerta y me sentí liberada; mis piernas al principio no respondieron hasta que comencé a estirarlas. Después de mí, mi hermana salió también, resoplando.


Cuando miré a mi alrededor me encontré con una visión impresionante, un pequeño pueblo con casas de piedra y calles adoquinadas, rodeado de montañas inmensas, que parecían saludarnos con manos invisibles. Mis ojos se abrieron de par en par ante esa visión, mientras hacía caso omiso a las voces de mis familiares, que acababan de salir del coche. En el cielo, limpio y de un azul muy vivo, vi volar un águila, planeando con las corrientes del viento, poderoso, alejado de nosotros.


Allí abajo, los humanos estábamos admirados por el paisaje. Las casas, con tejados de piedra y puertas de dintel bajo, parecían estar allí desde hacía muchos años, habitadas por la misma familia, generación tras generación. Algún rostro se asomaba a través de una ventana, con curiosidad. "Ya vienen los veraneantes", decía alguien que pasaba por nuestro lado, sonriendo. Un hombre paseaba a su perro y una mujer guiaba a su ganado hacia el establo.


Era la primera vez que íbamos todos a ese pueblo, aunque ya habíamos compartido muchos veraneos juntos, en plan familia numerosa. Sabía que eso significaba perder independencia, como cada verano, pero estaba convencida de que me iba a encantar ese lugar, rodeada de ese paisaje que parecía llamarme con susurros en forma de brisa.



Selene



La Ninfa

The clearest water I have ever seen in my life


Escondida en el lecho del río duerme una ninfa, diminuta como una flor silvestre; cuando se despierta, los rayos de sol iluminan sus largos cabellos y ella se despereza y abraza a la espuma del agua que corre, rumorosa. Sale de su escondite y roba un beso a los juncos, diciendo adiós con la mano a los peces, que siguen el curso del río. Se sienta sobre una roca y con una gota de rocío, se lava el rostro.


Jugueteando con las hebras largas de su pelo con sus dedos minúsculos entona una canción que atrae a las libélulas y a los mosquitos; su voz dulce llega a los pájaros que vuelan por allí cerca y que intentan competir con ella con sus trinos. La ninfa espera que llegue un bello humano al que acariciar las mejillas con el velo vaporoso de su vestido.


Ayer le vio acercarse al río y beber, regalando su reflejo a las aguas, que celosas lo guardaron para sí cuando él se fue. ¿Volvería a ese lugar? Si volviera, le robaría un beso de su labios y suspiraría por la mirada de él. Las campanillas que crecen en la orilla la avisan, y después los pájaros, y al final las libélulas, que vuelan en formación. Llega alguien; alguien se aproxima al río, un humano.


Todos se esconden, de él para poder observar en secreto. La brisa y los rayos de sol se disputan el derecho a jugar con sus cabellos claros, y entre tanto, la ninfa se pasa las manos por el vestido, alisa la tela hecha con telas de araña y gotas de rocío, agita su melena y suspira, contemplando cómo él hunde sus manos en el agua. Le ve refrescarse y antes de que su reflejo se escape del río, antes de que vuelva a irse, camina rauda sobre las hondas y la espuma y le roba un beso de sus labios, invisible. Él no puede verla, no puede ver su rubor, no puede saber que ella está sonriendo, pícara.


Se lo dedico a La Posada de Alameda, porque ayer recordé ese mundo invisible en el que siempre he creído.


Selene

martes, 6 de mayo de 2008

A las montañas

mont blanc



Bajo el tapiz añil del cielo,

Las estrellas observan, curiosas,

El sueño quedo de las montañas.

Ellas duermen y respiran el aire frío de la noche,

Abrazadas todas con brazos invisibles

Pero firmes.

Mañana verán de nuevo el sol

Y alimentarán el sueño de los aventureros;

Cada aliento,

Todas las historias contadas,

Generación tras generación,

Serán el impulso de quienes emprenden,

Convencidos,

La ascensión hacia la cumbre.


Selene





sábado, 3 de mayo de 2008

Para ti

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Cuando él se levantó y se asomó a la ventana, todo lo que vio fue montañas, grandiosas, recortándose sobre el cielo, con los colores cambiantes de la vegetación y al fondo, nieve en las cumbres.


Echaba de menos la ciudad, con su bullicio, caminar por sus calles sin saber quién era el dueño de cada rostro que se cruzaba con él; echaba de menos tantas cosas...


Pero ahí estaba, decidido a salir adelante y a no rendirse, dejarse el alma en cada aliento y a conservar lo que era suyo. Aunque algunos no le entendieran. Sabía que otros sí.



Selene



Poema

Mountains


 


Escucha el aire susurrante


Que acaricia con dedos invisibles,


De manos masculinas,


Las mejillas anhelantes;


Los labios, lívidos de frío,


Esperan el beso de un rayo de sol,


Mientras abarca con la mirada


Los confines de la tierra,


Desde la cumbre.


El viento gira cantarín;


Le cuenta a qué tierras ha viajado,


Jugueteando con los árboles,


Y le roba, travieso,


Un beso en un descuido.


El valle parece casi un grano de arena,


Custodiado por los espíritus de antaño,


Moradores de las montañas,


Observando con ojos temibles


A los mortales,


Desde las nieves perpetuas.


 

 



 


Selene